27 de mayo de 2017

Con Lucía en la mochila: Edimburgo

Hola a todxs!. Este post nace de la experiencia de haber viajado por primera vez con Lucía fuera de las islas. Desde que Lucía nació no nos hemos movido mucho, tan sólo a Lanzarote, y creo que la razón ha sido porque pensábamos que viajar con ella sería complicado. Y sincerándome con ustedes, desde que Lucía nació nacieron conmigo una serie de miedos con los que lucho para que no se hagan conmigo, y uno de ellos es volar. 
A raíz de nuestras vacaciones en Lanzarote he encontrado algunas páginas, blogs y revistas donde hablan de viajar con niños, proponen destinos, etc. Y se me encendió la luz. Pensé que quizás debería aprovechar este espacio no sólo para hablar de fotografía sino para hablar de viajes donde tus accesorios principales son tu cámara y tus hijos, y por supuesto también hablar de lo que se siente cuando sales de tu zona de confort. 
Así que éste es el comienzo de unos posts donde hablaré de nuestras vacaciones en Edimburgo y Londres con Lucía en la mochila (de ahí el nombre) y aprovecharé para hablarles un poco de la fotografía que he realizado durante esos días, y como me he resuelto para dejar testimonio gráfico tan sólo con un Iphone, sus accesorios (recuerda que viajo con Lucía, hay que reducir la carga) y una cámara muy especial que me he llevado conmigo. 
A través de las redes sociales, sobre todo los stories de Instagram, he ido mostrando el día a día de los lugares que visitamos y la verdad que han surgido muchas reacciones: por un lado Londres es una ciudad que le sigue encantando a todos, y sigue despertando muchas envidias, pero Edimburgo ha sido el gran descubrimiento de estas vacaciones. 
Inicialmente nuestra escapada familiar sería a California, ya que mi prima vive allí y lo valoramos como destino aprovechando que ella no retomaría su trabajo hasta Junio. Pero el destino quiso que el trabajo llegara y que tuviéramos que cambiar de planes. 
Automáticamente me vino a la cabeza Londres, teníamos una deuda pendiente con esa ciudad desde el embarazo así que vimos claro que teníamos que ir con Lucía. Pero se me hacía poco (después del viaje comprendí que no) así que decidimos que como teníamos tiempo iríamos antes a Edimburgo. 

Salimos de Gran Canaria con destino directo a Edimburgo el 9 de Mayo a eso de las 12 del mediodía. En cuatro horas y media estábamos bajando del avión en un vuelo incómodo (volamos con Ryanair) aunque rápido teniendo en cuenta que volábamos con un bebé. Tengo que comentar que Lucía durmió durante hora y media y tan sólo le sobró la última media hora del vuelo que ya lo pobre no sabía con que jugar y estaba bastante nerviosa (hecho que nos ha hecho decidir que los dos próximos destinos no serán fuera de España). 
Desde el aeropuerto de Edimburgo salen autobuses cada diez minutos al centro y en media hora por 5libras estábamos en la estación de Haymarket, a pocas calles de nuestro alojamiento. Tengo que decir que el transporte en Edimburgo es muy bueno porque además es una ciudad con buen tráfico (la locura llegó en Londres). Estos autobuses puedes pagarlos con anterioridad en internet y tan sólo tienes que entregar el comprobante en la taquilla para que te den tu ticket de viaje. Nosotros llevábamos el pago realizado desde casa y así nos ahorrábamos llevar tanto dinero en efectivo. Hablando de dinero, existe una tienda en el aeropuerto donde cambiar el dinero pero la más barata es la que está en Royal Mile.

Día 1

Llegamos sobre las seis de la tarde al hostal Braveheart Guest House, donde nos alojamos tres noches. El hostal estaba genial, cómodo, limpio, el trato muy bueno y los desayunos muy completos (y unos gatitos preciosos que se hicieron amigos de Lucía), aunque si tengo que poner una pega es que había que caminar 20 minutos para llegar a Old Town (si viajas con niños quizás te interesa alojarte en el mismo centro). Esa tarde salimos sin plan a la calle simplemente a hacernos con el entorno del hostal, saber como llegar a Old Town y ubicar supermercados y farmacias (viajar con niños es lo que tiene). 






Día 2 
Después del desayuno nos fuimos directos a Old Town a pasar el día. Tomamos el mismo camino que la tarde anterior y por el camino vimos un callejón con una flecha que nos dirigía hacia Grassmarket, así que decidimos echar por allí y ver por donde nos llevaba. De repente me encontré de frente con una escena preciosa que es la imagen que retengo de mi visita a Edimburgo: bajando unas escaleras de piedras rodeadas de una arquitectura preciosa, te encuentras el Castillo de Edimburgo vigilando toda la ciudad. Ahí fue la primera vez que saqué mi cámara polaroid (Fujifilm instax Mini 8) y empiezo a tomar las primeras fotos de la ciudad que hoy decoran mi casa. 


Castillo de Edimburgo.
Bajando las escaleras llegamos a Grassmarket. 

Old Town es precioso mires donde mires. A veces me veía sacando fotos a calles o edificios que no tenían nada de particular, un lugar de paso, pero es una ciudad que las fotos salen solas. Para ver toda esta parte de la ciudad tan sólo tienes que ubicarte en el Castillo de Edimburgo y dirigirte a Royal Mile, y tener la cámara a mano. Y para muestra un botón. 




Edimburgo es una ciudad a la que hay que ir sin pautas, la propia ciudad te envuelve y te lleva donde quiere, es maravillosa. Yo leí muchísimo sobre ella porque quería saber exactamente que cosas debía conocer, incluso me descargué una app (que nunca usé por cierto), pero con que sepas las cosas que te vas a encontrar es suficiente, porque no tendrás que buscarlas, van apareciendo solas. Además Edimburgo tiene a su espalda infinitas leyendas de fantasmas y mucha historia, así que recomiendo contratar al menos un tour por la ciudad (hay uno nocturno sobre fantasmas que me recomendaron y no pudimos hacer porque no era apto para Lucía). 




Se nos hizo la hora de comer así que nos compramos un bocadillo de cerdo en el Oink (Victoria Street) y lo llevamos a Grassmarket donde comimos en un banco bajo un árbol mientras Lucía descansaba un poco de estar cargada en la mochila. En plena improvisación decidimos ir al Museo Nacional de Escocia. Si deciden visitarlo y verlo al completo necesitas al menos tres horas y mucha tranquilidad, porque hay muchísimo que ver. Y como la mayor parte de los museos en Reino Unido, es gratuito. De camino hacia el museo nos encontramos de casualidad con el Cementerio Greyfriars, en el cual está la tumba del perro Bobby y cuyas tumbas esconden las leyendas más macabras de la ciudad. En este cementerio acaba el tour de Harry Potter por la ciudad. 


Algunas imágenes del Cementerio Grefriars
Museo Nacional de Escocia
Museo Nacional de Escocia

Al fondo se puede ver el Monumento al escritor escocés Sir Walter Scott
Cuando salimos del museo estábamos muy cansados... y sólo eran las tres de la tarde!!!. Decidimos entonces ir a ver el Monumento a Scott y pasamos la tarde en el parque. Fue aquí donde Lucía descubrió que le encanta sentarse en las raíces de los árboles (y que trepar y colgarse de las ramas es muy divertido). Junto al Monumento a Scott está la Galería Nacional, pero decidimos dejarlo para el día siguiente ya que tendríamos que pasar por allí para llegar a New Town. Así que descansamos en el parque donde Lucía merendó y volvimos al hostal dando un último paseo por la Royal Mile (y repetir algunas fotos que habían salido mal con la polaroid). 

Día 3 (y último día disfrutando de Edimburgo)
Este día tocó ruta por New Town. En el camino que tomamos desde Old Town nos encontramos una pequeña galería con una exposición de fotos, y como no, entré (es ese tipo de cosas que te encuentras cuando vas pendiente de lo que ves y no de un mapa p una guía turística. Empezamos ubicándonos en el Monumento a Scott (que separa Old Town de New Town) y entramos a la Galería Nacional. Para verlo al completo tan sólo necesitas una hora, es pequeño y está muy bien distribuido ya que las plantas son pequeñas y de buen acceso. 



New Town es la zona nueva (que siendo nueva es antigua) y donde se concentra la vida comercial de Edimburgo (si buscas un Zara lo vas a encontrar allí). Así que dimos un paseo y nos dirigimos a Calton Hill, desde donde se ve toda la ciudad y se respira pura tranquilidad. Allí puedes ver el Monumento Nacional (una réplica en miniatura del Partenón de Atenas) que fue diseñado como homenaje a los caídos en las guerras napoleónicas. Sin apenas girar la vista vemos el Monumento a Nelson, una torre con 170 escalones que te da la vista más alta de toda la ciudad. 






Después de comer algo en la colina y de descansar, partimos rumbo a Dean Village. En ningún lugar leí sobre Dean Village y no lo hubiese conocido si no es porque mi amigo Miguel Vérez estuvo dos meses antes que nosotros y me dijo que TENÍA que ir. No me recomendaba, ME OBLIGABA a visitar Dean Village, una aldea dentro de la ciudad que vive de cara al río Leith. Las casas datan del siglo XVII y es un lugar donde respirar hondo y evitar llorar de la emoción, donde el agua, los pájaros y los árboles son el único sonido. 

Dean Village (y el río Leith)

Después de Dean Village volvimos a Old Town a terminar la tarde tomando algo en Grassmarket y paseando por sus callejones y comprar algunos marcadores (tengo una enfermedad con los marcadores de libros).  Dos días intensos en una ciudad que tiene mucho que ofrecer, pero nuestra estancia en Edimburgo terminaba y a la mañana siguiente partíamos a Londres en tren desde la estación Waverley junto al Monumento a Scott (donde tenemos una anécdota muy graciosa que ya contaré en otro post). 

El resumen es que Edimburgo es una ciudad a la que hay que ir, en la que hay que perderse, a la que se puede ir con niños y, por supuesto, una ciudad para repetir. En el próximo post les hablaré de la segunda parte de la escapada familiar: LONDRES (no contaré nada nuevo que no se haya contado ya, pero al menos quedará constancia de nuestra experiencia).

HASTA LA PRÓXIMA!!

Las imágenes en polaroid que realicé de Edimburgo y que ahora decoran mi casa
#conluciaenlamochila


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